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LA ILUSIÓN DE SER EL CENTRO

  • Foto del escritor: Christian Eulerich
    Christian Eulerich
  • 16 sept
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 nov

Desde hace un tiempo percibo algo, un fenómeno que se repite: en la convivencia, las personas tienden a colocar su experiencia como la más valiosa, la más dolorosa, la más relevante. ¿Por qué pasa esto?


¿QUÉ SABEMOS DE SER EL CENTRO DESDE QUE NACEMOS?
¿QUÉ SABEMOS DE SER EL CENTRO DESDE QUE NACEMOS?

Antes de seguir les comparto que soy un empresarioindustrial, y después de años lidiando con modelos que no funcionan, estoy cansado. Cansado de mercados, estados y gobiernos establecidos que hace tiempo dejaron de garantizar la dignidad humana. ¿Estamos dispuestos a revisar nuestras ideologías, prácticas económicas y organizacionales asociadas a este fenómeno? En este blog visibilizo asuntos que hoy comprendo distinto; siempre existieron, pero mis privilegios los distorsionaban.


Volviendo al tema que me convoca, es como si la historia de cada uno pide, respetuosamente, ser el centro del escenario, invisibilizando lo que al lado nuestro ocurre; otras historias, igualmente intensas y significativas. Esta ilusión de ser nosotros algo especial, creernos líderes, salvadores, se refuerza en conversaciones con personas iguales; al compartir vivencias con quienes piensan parecido, cada uno confirma su propia «visión del mundo» como la única y verdadera.

La complejidad de esto radica, en que ocurre casi siempre desde las mejores intenciones. Nadie busca imponerse con maldad: se busca acompañar, poner en perspectiva, dar sentido a lo que creemos de los demás, pero lastimosamente se comprueba, que el efecto suele ser también el contrario a los esperado.

Así, lo que queda es la reiteración de lo mismo de siempre. Funciona como un amplificador de auto con un ecualizador para lo propio, silenciando lo ajeno, nuevamente desde el fondo del corazón.


LA FÁBULA DE LA MESA LARGA

Había una gran mesa en el pueblo, donde cada día se servía la comida. Los de la cabecera siempre hablaban primero. Su voz era tan fuerte, clara para que los demás escuchen atentos. Con los años, los comensales llegaron a creer, que lo que algunos –desde las cabeceras– decían, era lo único que mantenía en pie aquella mesa. Un día, alguien se animó y decidió escuchar también a los del fondo, a los que nunca hablaban, los que solo podían comer. Entonces rápidamente, los de la cabecera dijeron: «Ya no nos escuchan como antes».


En realidad estaba ocurriendo otra cosa: ellas y ellos seguían siendo escuchados, pero ya no eran los únicos. La mesa no había cambiado: lo que cambió fue la dirección de la escucha.


¿TE DAN LA PALABRA, PREGUNTAN PORT TU OPINIÓN EN LAS MESAS DE TRABAJO?
¿TE DAN LA PALABRA, PREGUNTAN PORT TU OPINIÓN EN LAS MESAS DE TRABAJO?

LA CONTRADICCIÓN EN LA MISMA MESA

Aquí aparece una paradoja que hoy me toca de cerca. Cuando planteo la necesidad de una nueva escucha, se me insinúa que mientras no logre entenderme plenamente con personas iguales y cercanas a mí, lo demás no tiene sentido. Es más, me han dicho que quedo en evidencia, ahogado en mi propia contradicción. Como si la validez de la propuesta colectiva que busco, dependiera solamente de la perfección de algunos vínculos personales, laborales. Con el tiempo pude darme cuenta, que este es un criterio real pero tal vez engañoso, pues lo que está en juego no es la armonía entre dos o veinte personas, sino la posibilidad de abrir un espacio mucho más amplio, distinto para los demás, aparte de los 20.


La nueva escucha no consiste en repetir la atención hacia quienes siempre hablaron, sino en abrir lugar a voces que históricamente quedaron fuera del centro. Reconocer eso puede doler, porque quienes siempre fueron escuchados sienten de pronto que el foco se ha corrido. Tal vez ahí esté justamente el cambio: la escucha deja de ser privilegio de unos pocos para volverse un «posibilidad compartida».


Quizá ahí resida la mejor posibilidad para todos: aceptar que lo que creemos central es apenas una perspectiva entre muchas. Y que solo cuando dejamos de competir por la importancia de nuestro dolor o nuestra verdad, podemos empezar a encontrarnos de formas nunca antes pensadas.

Don Christian, no te enojes, pero cómo puedo saber en qué creer. Porque lo tuyo es raro de leer y encontré información que desmiente lo que decís.

Máximo, esto ya me lo dijiste antes. Siempre habrán encuestas, papers, premios, relatos para lo que vos prefieras creer de este mundo, de vos mismo. Además, no se trata que tenga la verdad, sino que podamos conversar verdades donde todos quepamos. Algo que funcione y emprendamos juntos. Eso busco.


Creo que re-entender la Economía como un sistema vivo es recuperar su dimensión humana, social y profundamente relacional.



Christian Eulerich

PD: Esta es solo mi opinión. Hay temas que, al conversarlos, movilizan nuestras ideologías y nuestras creencias de vida más profundas. Por eso, mis escritos están asociados a la dificultad de plantear lo incómodo de la economía en el contexto de mi entorno socioeconómico. Encontrar personas dispuestas a abordar estos temas no es sencillo. Aquí un 🔗 enlace para registrarte y recibir avisos sobre próximos posteos. Valoro que me hayas leído.



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1 comentario

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Invitado
19 sept
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Buenas CEZ, en la pagina la palabra Home a que hace referencia?

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Ancla 1

Christian Eulerich

Asunción, Paraguay - 2025

Este sitio web resulta de lo difícil que es conversar sobre el Desarrollo Humano desde preguntas y agendas distintas. Hoy me pregunto, ¿existen otras formas de Progreso?

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